18º semana del tiempo ordinario
Lunes 5 de agosto  Dedicación de la Basílica de Santa María (ML)
Mateo
 14,13-21 "Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud 
para que vayan a las aldeas y se compren de comer." Jesús les replicó: 
"No hace falta que vayan, denles ustedes de co-mer." 
Al caer la 
noche, los discípulos le aconsejaron a Jesús que despidiera a la gente; 
pero el Señor sabía que su trabajo no se limitaba a beneficiar a unos 
pocos privilegiados, sino a todos los que quisieran creer, y para que 
sus discípulos así lo entendieran, les mandó hacer algo que realmente 
era un gran desafío: dar de comer a tanta gente.
Ellos no vieron más 
allá de lo que físicamente era visible: apenas cinco panes y dos 
pescados. Pero Jesús tomó lo poco que había y lo transformó en una cena 
que fue suficiente para toda la multitud, y hasta sobraron 12 canastas 
de pan.
Cuando le pedimos a Dios que atienda a nuestras necesidades y
 las de nuestros semejantes, por lo general descubrimos que el Señor nos
 pide primero que hagamos el mayor esfuerzo posible, aunque nuestras 
fuerzas y medios sean muy inadecuados.
Luego, el Señor toma lo que 
hayamos hecho y lo transforma en algo milagroso. El episodio de la 
multiplicación de los panes y los peces nos alienta a avanzar más en la 
fe, sabiendo que cuando nos esforzamos, Dios puede multiplicar de un 
modo maravilloso lo que hayamos puesto en sus manos.
 “Dios santo y 
eterno, que nunca dejas de derramar tu amor divino, ayúdanos a imitar tu
 compasión, con la confianza de que transformarás lo poco que  tengamos 
 en una abundancia más que suficiente.”
Martes 6 de agosto     La Transfiguración del Señor (F)
Lucas
 9,28-36    Estaba todavía hablando, cuando se formó una nube que los 
cubrió con su sombra,…. Pero de la nube llegó una voz que decía: "Este 
es mi Hijo, mi Elegido; escúchenlo" 
La Transfiguración fue un 
paréntesis muy breve, aunque muy intenso, en la vida de Jesús. Detrás 
quedaban casi tres años de apostolado activo, en los que había predicado
 y hecho muchos milagros. Ahora había que enfrentarse con el Getsemaní, 
los tribunales, los azotes y el Gólgota. Pero la experiencia del Tabor, 
le anima a seguir adelante sin decaer un momento.  Jesús se manifiesta 
en el Tabor, más que en ninguna otra ocasión, como el esplendor de la 
gloria del Padre. Nadie ha visto la gloria interna de Dios. Pero mirando
 a Jesús envuelto en una luz ,que opaca y anula del todo la luz del sol,
 nosotros llegamos a barruntar lo que es ese Dios que un día veremos 
cara a cara y que nos envolverá con sus esplendores. Esplendores que son
 ya ahora una realidad que llevamos dentro, aunque no los vemos. La 
Gracia del Bautismo nos ha transformado en esa luz que nos hace gratos, a
 los ojos divinos.
El hecho de la Transfiguración de Jesús tiene en 
los Evangelios una importancia muy grande. Como la tiene después para la
 vida de la Iglesia, que le consagra hoy una fiesta especial, la cual 
reafirma nuestra esperanza en el Señor Resucitado, pues sabemos que, 
cuando se nos manifieste, transformará nuestros cuerpos mortales, 
eliminando de ellos todas las miserias, y configurándolos con su cuerpo 
glorioso e inmortal.
Miércoles 7 de agosto  San Cayetano (ML)
Mateo
 15,21-28  “…  la mujer se acercó a Jesús; y, puesta de rodillas, le 
decía: «¡Señor, ayúdame!» Jesús le dijo: «No se debe echar a los perros 
el pan de los hijos». «Es verdad, Señor, pero también los perritos comen
 las migajas que caen de la mesa de sus amos». Entonces Jesús le dijo: 
«Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla tu deseo».
El 
Evangelio de hoy nos trae dos enseñanzas. La primera es la fe y la 
humildad de la mujer ante la dura respuesta de Jesús a su petición. A 
pesar de ello, sigue insistiendo y no permite que la irritación de los 
discípulos o que el comentario improvisado de Jesús la desanime. Sabía 
lo que quería y confió en que Jesús la podía ayudar. Con su actitud nos 
enseña lo que se puede lograr  con una fe perseverante. Ella nos muestra
 los elementos que deben adornar nuestra fe: humildad, mansedumbre, 
arrodillarse ante el Señor y suplicar. La segunda ense-ñanza  es la 
mente abierta que Jesús manifiesta, ante la situación que experimentó. 
Él vino para las ovejas de Israel, sin embargo, entiende que el reinado 
de Dios pertenece, no a un pueblo, sino a los que tienen una gran fe.
Este
 encuentro de Jesús  con la Cananea también nos enseña algo sobre la 
oración: esa mujer sin nombre, tiene una necesidad urgente y grita hasta
 que Jesús la escucha. Ella per-manece firme y no retrocede. Y Jesús, no
 sólo le concede lo que pide, sino que pondera la fe de la mujer y la 
pone como modelo de fe para cada uno de nosotros y para la Iglesia de 
todos los tiempos
Jueves 8 de agosto    Santo Domingo de Guzmán
Mateo 16,13-23  Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". 
La
 gente y los discípulos dan opiniones respecto a Jesús. La gente 
considera que es Juan el Bautista, Elías, Jeremías, o algún profeta; 
mientras, por los discípulos, Pedro toma la palabra y dice: “¡Tu eres el
 Cristo, el Hijo del Dios vivo!”. Jesús le responde: “Bienaventurado 
eres Simón, … porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino 
mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres 
Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, … Es decir, que designa
 a Pedro para ser fundamento de la Iglesia, de forma tal que pueda 
resistir los embates del poder del Infierno, Con esto, Jesús marca un 
nuevo inicio para el pueblo de Dios. Jesús da a Pedro el poder de atar y
 desatar en el Cielo y en la Tierra. En seguida, hace el anuncio de su 
Pasión; expone que el camino del Mesías no era sólo triunfo y gloria 
sino también sufrimiento y muer-te. Ese mensaje no fue comprendido por 
Pedro, que le dice “¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún mo-do te sucederá 
eso!” Pedro acepta a Jesús como Mesías e Hijo de Dios pero no como el 
Siervo Doliente de Dios; de ahí la recriminación de Jesús a Pedro, que  
no puede aceptar que la misión de aquél a quien seguía, iba a terminar 
en fracaso. Pero la misión terrenal de Jesús está marcada por la 
humildad, el conflicto y el aparente fracaso.  Ponte a tí mismo en los 
za-patos de Pedro. ¿Puedes aceptar la humildad, el conflicto y el 
fracaso, también en tu propia vida?
Viernes 9 de agosto    Santa Teresa Benedicta de la Cruz (ML)
Mateo
 16,24-28  “El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que 
cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida la perderá; 
pero el que la pierda por mí, la encontrará”.
Ayer, en el 
Evangelio, Jesús  predijo su Pasión y muerte de cruz y le pidió a Pedro 
que pase detrás de Él porque pretendía estorbarlo para cumplir la 
voluntad del Padre. Hoy nos habla de las condiciones para seguirlo. El 
Evangelio de Cristo y su anuncio de felicidad pasa por una cruz. Sin 
embargo esta invitación no significa centrar nuestra vida y nuestro 
seguimiento en el sufrimiento, sino impedir que el sufrimiento nos 
aparte de Él.  No estamos llamados a buscar una cruz, sino simplemente a
 no huir de ella cuando llega.  Ser discípulo de Cristo es costoso, tal 
como indican estos dichos de Jesús. Él habla de negarse a sí mismo, 
retirarse del centro de la atención para que Jesús y su causa se 
manifiesten como esenciales. Esto puede significar llevar una cruz, tal 
como Él. Significa que llevaremos la cruz de la injusticia y la 
violencia en el mundo, tal como Él la llevó.  Debemos evitar las cruces 
innecesarias que a veces nos imponemos y no ser cruz para los demás.
Sábado 10 de agosto       San Lorenzo  (F)
Juan
 12,24-26  “ Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; 
pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida la destruye; y el que 
desprecia su vida en este mundo, la conserva para la vida eterna”
Jesús
 enseña que por medio de la cruz es como atraerá a todos los pueblos 
hacia sí. Invita a todos los que quieren ser sus discípulos a recorrer  
con Él  el camino hacia la victoria, a través de la cruz. Si uno está 
dispuesto a amar hasta el fin y a declararse por Dios, en un mundo que 
se busca a sí mismo, entonces debe estar dispuesto a sufrir. No existe 
otro camino para el cristiano que quiere parecerse a Cristo y realizar 
su vocación: si alguno quiere seguir a Cristo ha de ser por el camino de
 la renuncia y del servicio. Esta es la ley que Cristo nos da al 
ponernos la imagen del grano de trigo que muere para dar fruto. El amor 
sin límites de Jesús nos pide totalidad, nos exige radicalidad. Esa es 
la forma de seguir al Señor: entregarse. San Lorenzo, cuya memoria 
celebramos hoy,  se entregó hasta las últimas consecuencias, ejer-ciendo
 generosamente su servicio de diácono en la celebración de la Eucaristía
 y en su servicio a la comunidad, atendiendo especialmente a los más 
pobres. Amó a Cristo durante su vida y lo imitó en su muerte. Su 
martirio obtuvo la conversión de muchos.
Domingo 11 de agosto   (19º durante el año)
Lucas 12, 32.48  No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes  ha querido darles el Reino. 
Vendan sus bienes y denlos como limosna.
El
 Evangelio de Lucas tiene como tema central el peligro de la riqueza y 
la espera vigilante. Estar vigilantes y preparados, significa, en primer
 lugar, dejar de angustiarse por el fin del mundo y preocuparnos mejor 
en no dejarnos seducir por las riquezas y el poder. Si queremos estar 
preparados para encontrarnos con Cristo cuando venga, hemos de aceptar 
la obra que Dios ha comenzado en nosotros: “Dios, que comenzó a hacer su
 buena obra en ustedes, la irá lle-vando a buen fin hasta el día en que 
Jesucristo regrese”. 
La propuesta de Jesús es renunciar a la 
idolatría del dinero y a la ambición de acumular. Re-cordar que de los 
bienes que poseemos somos administradores, no propietarios y, como 
ad-ministradores, debemos vivir sin abusos y sin egoísmos. En segundo 
lugar cultivar la capaci-dad de servicio, dispuestos siempre a dar la 
vida por la causa del Reino. Sólo así podrá entrar en nuestras vidas la 
riqueza de Dios que sólo crece con los tesoros de la solidaridad, la 
misericordia, la compasión, la paz. 
“Señor, somos las ovejas de tu 
rebaño y queremos seguirte a donde quieras llevarnos, porque sabe-mos 
que podemos confiar en ti. Tú eres nuestro Buen Pastor y tú nos llevarás
 al redil del cielo.”